MÚSICA

miércoles, 21 de marzo de 2012

OSHO- Me gustaría que mis sannyasins recordaran: todo lo que yo os digo, recordad siempre que no es para destruir vuestra libertad,...

ni siquiera para tocarla. Si tú crees que algo es correcto, puedes hacerlo; si sientes que no es correcto, no necesitas hacerlo. Y nunca te sientas culpable por no hacerlo. Yo soy la última persona en el mundo que te haría sentirte culpable en cualquier sentido. Mi respeto es absoluto. Y cuando digo que algo no está bien, simplemente estoy diciendo que es un error. Pero, aún así, tú sigues siendo libre de seguir mi consejo o no.
De vez en cuando, algún sannyasin viene y me dice: “No he seguido tu consejo y me siento muy culpable”. Eso está mal, eso está muy mal. Te estás haciendo algo a ti mismo innecesariamente.
No tienes por qué sentirte culpable; es peor sentirte culpable que lo que hayas hecho. La culpabilidad es lo peor que puedes hacerte a ti mismo. No es necesario. Si tú decides hacerlo de otra manera, eres completamente libre de hacerlo de esa manera.
Y no te preocupes, no estarás alejándote de mí por no seguir mi consejo. Todo lo contrario, como te alejarás de mí es sintiéndote culpable. Mi amor es incondicional; que me sigas o no, no importa. No tiene importancia para mi amor. De hecho, cuanto más libre de mí seas, más cerca estarás de mí.
Recuérdalo siempre: mi único interés es hacerte libre, tan libre como un ser humano pueda llegar a ser. Mi único interés es liberarte. Así que cuanto más libre seas, más cerca estarás de mí. Si mi consejo te parece bueno –no porque te lo haya dado yo sino porque a ti te parezca bueno, entonces síguelo. Entonces no me estarás siguiendo a mí. Eso es lo que Buda les dijo a sus discípulos: “No me sigáis. No sigáis algo porque lo haya dicho Buda, o porque lo digan las escrituras, o porque todos los sabios estén de acuerdo en ello, no. Hasta que tu inteligencia no diga “Sí, eso es correcto”, no lo sigáis”.
Y a mí me gustaría decirte lo mismo.

“Pensé: “Si tan sólo pudiera reformar a ese
hombre y hacer que fuera como yo en
vez de la degenerada criatura que es”.”

Pues bien, ese no es en absoluto un punto de vista espiritual. El hombre espiritual nunca quiere que te vuelvas como él, jamás. ¿Cómo va a querer que te vuelvas como él? Entonces tú serías falso, entonces tú serías una réplica, una copia. La persona espiritual quiere tú seas tú mismo: un original, no una copia. Su única intención es ayudarte a ser tú mismo, su única intención es ayudarte a que cumplas con tu destino. Si eres una rosa, tienes que convertirte en una rosa; si eres una flor de loto, tienes que convertirte en una flor de loto; y si eres una margarita, tienes que convertirte en una margarita. Lo que le importa al maestro espiritual es que florezcas, no que seas una rosa, o una flor de loto o una margarita; eso no le importa. Lo importante es que te desarrolles, que florezcas. Fíjate en la diferencia.
El moralista siempre quiere que tú seas una réplica. Si él es una rosa, quiere que todos se conviertan en una rosa. ¿Qué haría entonces con las margaritas? Pintaría las margaritas como rosas, cortaría las margaritas como las rosas, destruiría una belleza natural. Una margarita es tan hermosa como cualquier rosa. O, si eres una flor de loto y él quiere una rosa exactamente como él, te arrancaría. Te destruiría. O, si él es una flor de loto y tú una rosa, intentaría extenderte, abrirte. Te obligaría. Y cualquiera que fuera el resultado estaría mal. Te convertirías en algo falso.
El verdadero maestro ayuda a las personas a florecer; a florecer a su manera, a florecer en lo que tengan que ser, en lo que sea que lleven dentro. Sus corazones deberían abrirse, sus pétalos deberían abrirse; no deberían morir como semillas o como brotes, deberían florecer.

Pensé: “Si tan siquiera pudiera reformar a ese hombre y hacer que fuera como yo en vez de la degenerada criatura que es”.

De hecho, los que intentan hacerte como ellos mismos son muy egoístas. Quieren copias de ellos. Cuantas más copias tienen, más felices se sienten. Así ellos se convierten en el criterio, el ideal.
Y, por supuesto, nadie puede satisfacer ese ideal, así que ellos siempre están encima, recuerda. Nadie puede satisfacer eso. Aunque quisiera ser como tú, no podría hacerlo. Es imposible. Ser como otro es algo que está fuera de la naturaleza de las cosas. Pero si intento ser como tú, yo siempre estaré por debajo y tú siempre estarás por encima, así que ayudar a la gente a ser como tú es la mejor estrategia.
Eso es lo que los padres les hacen a los niños. Intentan hacer que los niños sean como ellos. Entonces los padres pueden sentir que son más elevados, seres superiores, y estos niños degenerados, esta generación, se ha pervertido.
Algo ha ido mal. Todos los padres sienten que algo ha ido mal con sus hijos; y los culpables son ellos, los criminales son ellos, porque han obligado al niño a ser como el padre. Y eso es imposible. Va en contra de la naturaleza intrínseca de las cosas. Así que el niño no puede hacerlo con todo su corazón. Aunque lo intente nunca lo conseguirá, nunca será como su padre. Así que el padre siempre se puede sentir bien; es alguien tan superior que nadie puede ser como él.
Y eso es lo que vuestros llamados gurúes siguen haciendo. Ten cuidado con esos gurúes. El verdadero maestro es aquel que está interesado en ti como eres y como deberías o podrías ser. El maestro te ayuda. Su trabajo es el de apoyar. No te reforma, recuerda. Él ni te reforma ni te informa, simplemente te apoya. La información es conocimiento, la reforma es un intento de manipular tu carácter. Él nunca informa, nunca reforma, simplemente apoya. Y su apoyo es incondicional. Él dice: “Se tú mismo. Aquí tienes todo mi apoyo, todo mi apoyo incondicional”.
Es como el jardinero que riega el rosal, la margarita, el loto; él va regando todas las plantas. Cuando el loto florece, él es feliz; cuando el rosal florece, él es feliz; cuando la margarita florece, él es feliz. Pero no intenta imponerle ningún patrón a ninguna de ellas.

En ese momento vi un bote en el río que empezaba a hundirse. Sin pensarlo, ese hombre se tiró al agua donde siete hombres intentaban mantenerse a flote, y sacó a seis a salvo a la orilla.

Hassan está sentado en la orilla y siete personas están muriendo, pero su compasión no ha surgido. Y él cree que es una persona de humildad, de religiosidad, de moralidad. Y quería reformar a ese hombre. Ese hombre tenía compasión.
La compasión es el criterio. Cuando actúas con compasión muestras quién eres. Hassan ni siquiera se lo ha pensado. Esas personas están muriendo. Esa idea no se le ha ocurrido. Y ese hombre ha salvado a seis personas.

Entonces, el hombre se acercó a mí y me dijo:
“Hassan, si tú eres mejor hombre que yo, por Dios, salva al último hombre que queda”.

El otro hombre no es un hombre corriente. Es una idea sufí especial. Los sufíes dicen que hay un mensajero de Dios, Khidr, el cual va trabajando en las personas. Se trata de un maestro de maestros. Sigue viniendo a la Tierra –como viene Jesús, como viene Krishna, un avatar-, pero de una forma diferente. Él aparece cuando se lo necesita, cuando ve que algo es potencial y tiene que ser ayudado. Aparece en cualquier época.
Esta es una idea muy hermosa. Su significado tiene que ser entendido. Es un símbolo. Simplemente significa que cuando un hombre está realmente preparado para crecer, cuando anhela crecer, Dios viene a ayudarle; eso es todo. Ese hombre es Khidr.
Se acerca a Hassan y le dice: “Hassan, si tú eres mejor hombre que yo” –le ha leído el pensamiento-, “por Dios, salva al último hombre que queda”. ¿Qué haces ahí parado? Hay personas muriéndose y tú no sientes ninguna compasión por ellas. Todavía queda uno. Ve y sálvalo. Por Dios, inténtalo”.
Hay otra idea sufí: que cuando un hombre ha tenido algún atisbo de Dios, haga lo que haga, siempre lo consigue. Tiene que ser así. Dios tiene que triunfar. Si tú eres un hombre de Dios, tienes que triunfar. No es tu triunfo, es el triunfo de Dios a través de ti. Si tú eres instrumental, ocurrirá.

Dice Hassan: “Descubrí que no podía salvar ni a un hombre”.
Se ahogó. Esto era sólo para mostrarle a Hassan: “Tú todavía no eres un instrumento de Dios. ¿Qué clase de modestia es esa? Un hombre modesto es un bambú hueco. Dios fluye a través de él. ¿Qué clase de humildad es esa? Estás demasiado lleno de tu propio ego. No has podido salvar a un hombre moribundo, no has podido ser usado como instrumento de Dios”.

“Luego, aquel hombre me dijo: “Esta mujer es mi madre.
Esta botella de vino sólo contiene agua”.”

“Así es como juzgas y así es como eres tú”. Él dice: “No juzgues por las apariencias. Las apariencias no son la realidad. No te dejes engañar por las apariencias”.
Lo que significa es que cuando ves a alguien, lo que tú ves es sólo la capa externa, el comportamiento. Tú nunca ves al hombre interior. Por favor, no juzgues. El hombre interior puede ser completamente diferente. Nunca juzgues a un hombre por su comportamiento, y no hay más cosas por las que juzgar. Tú sólo ves el comportamiento.
Hassan ha visto a este hombre sentado con una mujer. En los países musulmanes las mujeres llevan la cara tapada, así que es muy difícil ver si la mujer es mayor, joven, hermosa, fea. Es difícil incluso saber si es una mujer o no. Y Khidr retira el velo de la cara de la mujer y dice: “Mira, es mi madre. Pero al verme sentado en la orilla del río junto con una mujer, te ha venido a la mente la idea de que yo soy un mujeriego. Y mira, esta botella sólo contiene agua. La botella te dio la idea de que debía contener vino: “¿Qué está este hombre haciendo aquí? ¿Quién es la mujer con la que está? ¿Qué clase de pervertido será?”. Un borracho, un mujeriego… Todo tipo de ideas se agolparon en tu mente. Con sólo ver algo desde el exterior; ¿es esta tu forma de juzgar?”.
Y así es como tú eres. Nunca juzgues, porque lo único que tú puedes ver es la apariencia. Tú sólo ves la superficie, el hombre interior se mantiene oculto. Hasta que no seas capaz de ver al hombre interior, no juzgues. Y recuerda, los que son capaces de ver al hombre interior nunca juzgan; porque el hombre interior siempre es puro. El hombre interior es la pureza en sí, es la inocencia. El hombre interior nunca ha sido impuro. Así que si no puedes ver lo interior, no juzgues; y si puedes ver lo interior, entonces no hay manera de juzgar. No juzguéis.

Me arrojé a sus pies y lloré. “Igual que has salvado a esos seis hombres, ¡sálvame de ahogarme en el orgullo disfrazado de mérito!”.
El extraño dijo: “Ruego a Dos que pueda satisfacer tu propósito””.

Así es realmente un verdadero maestro. Ni siquiera finge que te ayudará. Él dice: “Está bien, ruego a Dios para que pueda satisfacer tu propósito”. Un verdadero maestro funciona sólo como un instrumento. Un maestro verdadero se borra a sí mismo por completo. Es sólo Dios el que funciona a través de él.
Hassan se postró a los pies de aquel extraño hombre. Hassan es un buscador, por eso Khidr se apareció para ayudarle. Hassan es un buscador sincero, pero está en un camino equivocado; es un buscador sincero, pero se ha nublado con ideas erróneas; de ahí la aparición de Khidr. Cuando eres sincero, incluso si estás equivocado, encontrarás un maestro. Pero si no eres sincero, aunque estés en lo cierto, no encontrarás un maestro, porque un maestro sólo puede contactar con un hombre sincero.
Este hombre es un buscador, Hassan es un gran buscador. Él fue de un maestro a otro, anduvo errando de un lugar a otro por todos los países sufíes intentando descubrir… Y estaba preparado. Cuando alguien decía algo, estaba dispuesto a entender. Inmediatamente se dio cuenta de que “Este hombre ha salvado a seis personas y yo ni siquiera he podido salvar a una. Dios se ha pronunciado acerca de mí, me ha mostrado que todavía no soy instrumental”. Entonces no se resistió. Se postró a los pies de Khidr y le dijo: “Sálvame. Tú has salvado a seis y yo estoy ahogándome en mi orgullo. Sálvame a mí también, porque si no me ahogaré”. Khidr contestó: “Ruego a Dios que pueda satisfacer tu propósito”.

Y eso es lo que yo también te digo. Ruego para que Dios pueda satisfacer tu propósito.
Osho- Sufíes La Gente del Camino
Págs. 250,256